Decía Eduardo Galeano “Que tal si deliramos por un ratito” como parte de un poema en donde menciona a perros atropellando carros. Tal vez, pudiéramos delirar de la misma manera pensando en lo que comemos. Un Sonora en donde los campos agrícolas sean de pitaya, torote, cardón y sahuaros; en donde los ranchos siembren pitaya en lugar de pasto buffel.
Alguna vez te haz preguntado cómo eran los frutos antes de que se empezaran a utilizar técnicas de polinización controlada entre especies diferentes y de estos frutos utilizar sus semillas para nuevamente pasar por el mismo control manipulados en búsqueda de crear frutos más agradables para el gusto. Si te pones a pensar prácticamente todo lo que comemos son en realidad frutos, legumbres, cereales etc, que pasaron por este mismo proceso. El humano ha invertido miles de horas de tiempo y dinero para lograr por ejemplo aumentar 1000 veces el tamaño del maíz. Tal vez no se consideraron los daños colaterales que estas practicas ocasionan, y como dice el dicho “De buenas intenciones esta lleno el infierno”.
Pero no todo es así, también podemos por otro lado observar algunas plantas que han logrado adaptarse por si solas sin intervención del humano, como por ejemplo; la pitaya y el torote. Frutos que, sin la intervención del hombre hoy en día son dulces y jugosos, refrigerantes y sanos, aromáticos y medicinales. Estamos hablando de plantas que además de tener todos estos beneficios, nos dan la oportunidad de probar la naturaleza profunda, aquella que guarda en su interior los secretos del tiempo y del espacio. La grandeza de estas plantas reside precisamente ahí, en el resultado de millones de años de vida en este terreno, lugar donde han ocurrido violentas actividades volcánicas y eventos geológicos importantes como por ejemplo la formación de la Sierra Madre Occidental y la península de Baja California; un terreno en donde antes existía un clima tropical y donde se albergaban ríos caudalosos y animales ahora extintos como los dinosaurios. A este terreno se le conoce como “El Desierto de Sonora”, y es considerado el desierto con mayor diversidad biológica en el mundo.
En Sonora Silvestre pensamos que tener acceso a este tipo de ingredientes es un enorme privilegio del cual debemos estar sumamente agradecidos. Es ahí donde reside la verdadera grandeza de un fruto que vive por vivir, así nomas, sin ganas de gustarnos, pero… ¡A que buenos son!